La influencia de la cultura del pensamiento.

Cuando nos planteamos generar situaciones de aprendizaje competenciales en el aula, debemos tener en cuenta que hay una serie de componentes que dotan de un entorno mucho más significativo al trabajo que haremos con nuestros alumnos/as. Estos elementos son las habilidades y destrezas cooperativas, la evaluación formadora y formativa y el constante trabajo de actitudes y valores que están imbuidos en el día a día de un aula y de la vida en general. Si además lo hacemos recorriendo la Taxonomía de Bloom para que vean como aquello que aprendieron al inicio les va sirviendo como escalones para ir subiendo una pared cada vez más alta, entonces tenemos todos los ingredientes para un entorno competencial… o casi todos.
Llegados a este punto es innegable la influencia que la cultura del pensamiento ejerce sobre el resto de los componentes que generan un entorno competencial en nuestra aula y con este artículo, basado en mis vivencias en el aula, pretendo argumentarlo.
Cultura del pensamiento y aprendizaje cooperativo.
Uno de los resultados más evidentes y satisfactorios de normalizar el trabajo cooperativo informal en el aula es la autonomía del alumnado. Para conseguir esa autonomía hay que atravesar un proceso de modelaje en el que se reflexiona en cada técnica sobre el trabajo que se realiza. Se debe establecer como criterio de éxito que todo el grupo debe haber realizado una determinada labor o no y para ello el haber crecido en una cultura de evaluación formativa y formadora es indispensable para que vayan regulando no solo sus aprendizajes, sino también sus interacciones (negociaciones, desencuentros, diferentes pareceres sobre un mismo tema…).
Pues bien, para alcanzar ese nivel de autonomía es necesario que cada modelaje vaya acompañado de rutinas pertenecientes a la cultura del pensamiento en las que ellos puedan reconocer conocimientos previos, conectarlos con intereses futuros y mientras hacen visible todo eso pueden ir tomando decisiones en el camino.
En caso de introducir las dinámicas cooperativas sin haber hecho todo el modelaje anterior, incluso para consolidar unos valores, (honestidad hacia mis valoraciones propias y ajenas, y solidaridad para extender mi trabajo a los demás (ayudar, inspirar, que no me moleste que una idea mía guste a los demás), lo que vamos a encontrar en la mayoría de los casos es una clase llena de conflictos, en la que nosotros iremos apagando fuegos y el tiempo de trabajo efectivo se reducirá notablemente.
En el caso de las dinámicas cooperativas informales distingo dos tipos de objetivos generales:
1.- Cuando esa dinámica persigue un objetivo común (por ejemplo, que todos hayan entendido/deducido un concepto, observado algún detalle o llegado a una conclusión) con lo cual el éxito de la dinámica es que todos/as puedan dar respuesta, sea a quien sea que preguntemos. Esto lo hacemos para puntos de partida muy básicos o para cuestiones en general que lo hagan viable desde el punto de vista de la diversidad del grupo, un punto de partida en común.
2.- Cuando esa dinámica persigue que todos avancen en su camino con diferentes puntos de partida, diferentes ritmos y en los que el éxito de l dinámica sea que el grupo, desde lo colectivo, ha ayudado a avanzar a sus componentes de manera individual (ejemplo del saco de dudas).
En este punto nos podemos preguntar ¿Qué pasa con los casos en los que sus dudas están por encima de la capacidad de respuesta de sus compañeros de grupo? ¡¡Eureka!! Ahí es donde se hace necesaria la autonomía del grupo en el trabajo para que el docente pueda moverse libremente a resolverlas sin tener que pensar que abandona al grupo a múltiples posibilidades de conflicto.
Nada, absolutamente nada de ello, es posible sin la participación de todas las habilidades cognitivas que nos proporciona la cultura del pensamiento en forma de elemento motivador que invita a hacer visible nuestro aprendizaje, nuestras ideas y obviamente también como elemento que nos permite ver como han ido cambiando durante el proceso de aprendizaje.
Cultura del pensamiento y evaluación formativa y formadora.
Relacionado con ello está el proceso de evaluación formativa y formadora. El ciclo general de trabajo de la evaluación formativa es la de recoger evidencias, realizar análisis y tomar decisiones. A su vez, en la evaluación formadora, es el propio alumno el que toma las decisiones para regular su aprendizaje.
El análisis y la toma de decisiones son apartados trabajados específicamente tanto en las rutinas como en las destrezas de pensamiento. Si atendemos a las características de las dos, vemos que las rutinas de pensamiento en las que los alumnos pueden hacer visible su pensamiento, aprendizaje, ideas, juicios, opiniones… es una propiedad innegable y potente que la cultura del pensamiento nos ofrece para ellos y para la orientación que pueda ofrecer el docente.
Al inicio de una sesión, proyecto, situación de aprendizaje se evocan conocimientos, se realizan conexiones y el alumnado ve cómo va evolucionando ese pensamiento y va realizándose nuevas preguntas o retos para complementarlo . En cuanto a las destrezas, les generarán patrones de pensamiento que les ayudarán a realizar análisis y valoraciones para tomar decisiones y hacer juicios críticos o creativos acertados.
Todo ello sigue redundando en la autonomía como resultado de la motivación y la curiosidad por ver su pensamiento plasmado en algún sitio, pasado ya un tiempo de ello. La consecuencia de todo ello es que nos facilita muchísimo la gestión del aula y la transforma de un espacio donde vigilar comportamientos disruptivos, pase de ser la función principal, a que lo sea, poder moverse con mayor libertad para ir apoyando, observando, sacando conclusiones.
¿Los comportamientos disruptivos desaparecen? Por completo, evidentemente que no, pero, desde luego, que quedan más localizados y aislados. Por otro lado, también se debe recurrir a la presión natural que ejercen los compañeros que desean avanzar sobre los que no quieren o no dejan o simplemente tienen un mal día.
La cultura del pensamiento y la Taxonomía de Bloom.
La Taxonomía de Bloom es el entorno perfecto para iniciar aprendizajes puramente académicos que, a medida que vamos avanzando niveles, se deben transformar y utilizar en aplicaciones altamente competenciales.
La escuela tradicional, bajo mi punto de vista, ha ido evolucionando desde tiempos inmemoriales de la siguiente manera.
Primero fue un lugar donde ir puramente a trabajar la memoria de trabajo sin entendimiento ni motivación intrínseca ninguna. Toda la motivación era extrínseca y basada en el miedo.
Posteriormente, se introdujeron habilidades para que al menos pudieras entender lo que estabas intentando memorizar. Hasta aquí la escuela está totalmente separada, apartada y de espaldas a la sociedad que la rodeaba, y es evidente que todos aquellos docentes que ejercen la educación desde esta zona de confort, también lo están.
Ya en la historia reciente nos encontramos como las editoriales nos ofrecen aplicaciones a ese aprendizaje. Con ello llegamos a la mitad del camino que Benjamin Bloom nos propone. Es en este punto donde se provocan más debates sobre si lo que se está haciendo es crear o aplicar. Bajo mi punto de vista es algo sencillo de discernir. Si estás haciendo algo que te han dicho que hagas, estás aplicando.
A partir de aquí nos encontramos los niveles superiores de pensamiento (analizar, evaluar, crear) y ninguno de ellos puede desarrollarse en todo su potencial sin el impulso de una cultura del pensamiento normalizada en el aula. Todas las habilidades que cada uno de ellos demandan están relacionadas con hacer visible tu pensamiento para poder analizar y evaluar situaciones y posteriormente crear una respuesta a lo que demanda esa situación competencial.
En el hecho de crear, también entra el criterio de qué crear, cómo y por qué, para atender al criterio de éxito, que no es otro que el reto con el que se ha iniciado ese recorrido. Un cambio en tu entorno, más concretamente cualquiera de los que los ODS (Objetivos de desarrollo sostenible) nos proponen para la agenda 2030.
En resumen, y para los que sigan despiertos a estas alturas del artículo, las situaciones educativas competenciales necesitan de una serie de ingredientes (Evaluación formativa y formadora, trabajo cooperativo, valores y actitudes). Ninguno de ellos se desarrollará en todo su potencial, sin una cultura del pensamiento normalizada en el día a día del aula.

Tolo Berrocal.

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