Las funciones ejecutivas y el proceso lector.

Las funciones ejecutivas se pueden definir como el conjunto de capacidades cognitivas necesarias para controlar y autorregular la propia conducta. Es decir, son lo que nos permite establecer, mantener, supervisar, corregir y alcanzar un plan de acción dirigido a una meta.

Según Bernal (2005), el aprendizaje se registra en el cerebro y forma la memoria, destacando que esta última es una función ejecutiva. La memoria no solo permite registrar y codificar, sino también retener, almacenar, recuperar y evocar información, como señala Portellano (2005). Estas funciones ejecutivas, especialmente la memoria, son protagonistas en todos los procesos cognitivos superiores.

Alsina (2001) y Baqués y Sáiz (1999) señalan que una capacidad limitada en los procesos de memoria se asocia con un rendimiento académico limitado, tanto en cálculo aritmético como en lectura. Esto subraya la importancia de la memoria como un factor crucial en el éxito académico.

Los procesos lectores y, en particular, la comprensión lectora son el resultado de codificar y manipular información. Estas tareas cognitivas están sustentadas en funciones ejecutivas, según García-Madruga y Fernández-Corte (2008). Específicamente, la memoria de trabajo juega un papel clave en estos procesos.

Autores como Melzter y Krishnan (2007) defienden que las funciones ejecutivas, incluida la memoria, son indispensables para el logro de metas escolares. Estas funciones coordinan tanto procesos cognitivos básicos como superiores, demostrando su relevancia directa en el rendimiento académico.

La relación entre funciones ejecutivas, proceso lector y rendimiento académico es evidente, especialmente al considerar la función crucial de la memoria. Desarrollar y fortalecer estas funciones ejecutivas, en particular la memoria, puede ser esencial para mejorar la calidad de la comprensión lectora y, por ende, el éxito general en el ámbito educativo.

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