Si llevas un tiempo en el mundo de la educación, seguro que en algún momento te has cruzado con la Taxonomía de Bloom. Puede que la hayas visto en forma de pirámide, en una tabla de verbos o como parte de un proyecto didáctico. Pero más allá de su forma, esta herramienta sigue siendo una de las más potentes para ayudarnos a diseñar clases con sentido, evaluar de forma coherente y acompañar mejor los procesos de aprendizaje.

En esta sección te proponemos un viaje. Un recorrido por las distintas versiones y adaptaciones de la Taxonomía de Bloom que han ido tomando forma con los años, y que pueden ayudarte a mirar tu práctica docente con nuevos ojos. No hace falta ser un experto ni sabérsela de memoria. Lo importante es comprender qué nos ofrece y cómo podemos utilizarla de manera útil, real y cercana al aula.

Empezamos por la base: la Taxonomía Original
Aquí es donde todo comenzó. Bloom y su equipo propusieron una clasificación de los objetivos educativos organizada en niveles de complejidad: recordar, comprender, aplicar, analizar, evaluar y crear. Este enfoque nos permite pensar en el aprendizaje como un proceso que va ganando profundidad, y nos ayuda a formular preguntas, tareas y actividades más ajustadas a lo que queremos lograr.
La revisión: una matriz que da mucho juego
Años más tarde, Anderson y Krathwohl revisaron la propuesta original y crearon una matriz bidimensional que cruza los tipos de conocimiento (factual, conceptual, procedimental y metacognitivo) con los procesos cognitivos. Esta versión más actualizada es especialmente útil para diseñar situaciones de aprendizaje más ricas y para evaluar de forma más consciente y formativa.
El nivel afectivo: porque no solo se aprende con la cabeza
En el aula, no todo es pensar. También sentimos, nos motivamos, nos frustramos, nos ilusionamos. La Taxonomía de Bloom a nivel afectivo nos invita a no dejar de lado esta dimensión tan importante del aprendizaje. Aquí hablamos de actitudes, valores, intereses y emociones. Y si además sumamos la evaluación formativa como aliada, el aprendizaje se vuelve más humano y profundo.
El nivel psicomotor: cuando el cuerpo también aprende
A veces olvidamos que el aprendizaje también pasa por el cuerpo. En esta parte exploramos la Taxonomía de Bloom en su dimensión psicomotriz, que pone en valor todo lo que tiene que ver con habilidades manuales, coordinación, expresión corporal o desarrollo físico. Muy útil en áreas como Educación Física, Música o incluso en ciencias y arte.
La era digital: Bloom se actualiza
Vivimos en un mundo donde la información está a un clic de distancia y donde las herramientas digitales son parte del día a día. Por eso tiene sentido hablar de una Taxonomía de Bloom adaptada a la era digital. ¿Qué significa hoy “crear”, “evaluar” o “analizar” cuando lo hacemos desde una tablet o una app colaborativa? Aquí reflexionamos sobre ello y compartimos propuestas para integrar lo digital con cabeza y sentido pedagógico.
Y otras miradas que también suman
En esta sección también hay espacio para otras formas de entender el aprendizaje. Hablamos, por ejemplo, del valor del error como motor para aprender, del trabajo cooperativo como estrategia para crecer juntos, o de cómo revisar nuestras propias prácticas con honestidad. Porque la educación no es una receta cerrada, sino un espacio vivo que se enriquece con muchas voces y experiencias.