En los últimos años, me he propuesto investigar en profundidad qué son las funciones ejecutivas y cómo se aplican al aula de primaria. A partir de la lectura de La inteligencia que aprende de José Antonio Marina y Carmen Pellicer (2015), he reflexionado sobre el papel fundamental que juegan en el aprendizaje y en la autonomía de los alumnos.
Más allá de la adquisición de contenidos curriculares, la educación debe centrarse en desarrollar habilidades como la atención, el autocontrol, la planificación y la gestión emocional.
Es por ello que en Bloomania iniciaremos un monográfico y una sección dedicados a este aspecto tan importante en la educación y que cada día va adquiriendo más importancia. En este artículo, quiero compartir esta visión y analizar por qué la escuela se ha convertido en un espacio imprescindible para fortalecer y compensar el impacto que la sociedad actual tiene sobre el desarrollo de estas funciones en los niños.
Las funciones ejecutivas pueden definirse como el conjunto de capacidades cognitivas necesarias para controlar y autorregular la propia conducta. Es decir, lo que nos permite establecer, mantener, supervisar, corregir y alcanzar un plan de acción dirigido a una meta.
En el aula, nuestra labor como docentes va mucho más allá de la simple transmisión de contenidos curriculares. Como bien argumentan José Antonio Marina y Carmen Pellicer en La inteligencia que aprende (2015), la educación no puede reducirse a la memorización de conocimientos, sino que debe formar a los alumnos en la gestión de su propia inteligencia.
Esto implica enseñarles a activar su atención, controlar sus impulsos, mantener la motivación, planificar su aprendizaje, regular sus emociones y desarrollar la metacognición. En otras palabras, nuestro trabajo está directamente relacionado con la enseñanza y fortalecimiento de las funciones ejecutivas, sin las cuales el aprendizaje significativo y la autonomía personal se ven gravemente limitados.
Sin embargo, tal como lo veo, la sociedad actual no solo no favorece el desarrollo de estas funciones en los niños y niñas de educación primaria, sino que, en muchos casos, las perjudica activamente. La exposición prolongada y descontrolada a pantallas, la inmediatez de la recompensa digital, la sobre estimulación constante y el consumo compulsivo de contenidos fugaces dificultan la capacidad de los niños para sostener la atención, tolerar la frustración, planificar, reflexionar y autorregularse.
En este contexto, la escuela no solo debe enseñar matemáticas, lengua o ciencias, sino que cada vez más tiene que asumir la tarea de fortalecer y compensar estas carencias, dotando a los estudiantes de estrategias que les permitan gestionar su propio aprendizaje y su conducta de forma eficiente.
Como recogen Marina y Pellicer (2015) en su obra, las funciones ejecutivas son el pilar de la inteligencia que aprende. Sin una adecuada capacidad de activación, los niños no pueden concentrarse; sen ausencia de control de impulsos, les cuesta esperar su turno o pensar antes de actuar; sin gestión emocional, no pueden enfrentarse a la frustración; sin flexibilidad, les cuesta adaptarse a nuevas situaciones de aprendizaje.
Pero, ¿qué ocurre cuando estas habilidades no se trabajan? En un mundo donde la inmediatez es la norma, donde los estímulos se consumen y se desechan en segundos y donde la capacidad de espera es cada vez más limitada, el papel de la escuela se vuelve más crucial que nunca.
Nuestra acción tutorial en primaria debe centrarse en desarrollar todas estas funciones, ayudando a los alumnos a mejorar su atención, su autocontrol, su capacidad de planificación y su tolerancia a la frustración. Necesitamos ofrecerles experiencias que les enseñen a esperar, a manejar la incertidumbre, a pensar antes de actuar y a no depender de una gratificación inmediata para seguir esforzándose. Más que nunca, el aula se convierte en el espacio de entrenamiento cognitivo y emocional que el mundo exterior ya no les proporciona.
Por ello, en la tabla que compartimos en esta entrada, hemos recogido las 11 funciones ejecutivas clave, detallando su impacto en el aprendizaje, sus dificultades cuando no están desarrolladas y estrategias concretas para fortalecerlas.
Estas claves no solo transforman la enseñanza, sino que dotan a los estudiantes de herramientas para la vida. Nuestra tarea no es solo enseñar, sino entrenar mentes capaces de aprender, adaptarse y pensar de manera autónoma en un mundo que, paradójicamente, parece cada vez menos dispuesto a permitirles hacerlo.
Bibliografía
- Marina, J. A., & Pellicer, C. (2015). La inteligencia que aprende: La inteligencia ejecutiva explicada a los docentes. Santillana.